A menudo, cuando se habla de los beneficios de la meditación, aquellos que no han meditado nunca pueden percibir que esta práctica se vende como una panacea, como el remedio para todos los males, algo demasiado bueno para ser cierto y sobre todo, con aparente aplicación a todos los aspectos de la vida.

Yo misma, aunque soy una persona que tiende a entusiasmarse al comienzo con cualquier nuevo descubrimiento o reto, así lo creí. No obstante, también soy una persona que tiende a abandonar enseguida aquellas prácticas que siento no me aportan lo suficiente. La meditación no necesita de una fe ciega al comienzo de su práctica, sabiendo que tarde o temprano se notarán los beneficios y que así empezaremos a palpar las razones reales de por qué seguir meditando, y por tanto sentir la motivación para meditar. Al contrario, es un ejercicio relativamente fácil cuyos beneficios se comienzan a sentir bastante temprano. Y sí, todos ellos están relacionados ¿cómo no va a estar relacionado el beneficio de mi paz mental con el beneficio de mi salud, o el beneficio de entender mejor a los demás, o el beneficio de ser más paciente…? Por tanto, sí, la meditación puede ser aplicable a muchos (si no todos) los sentidos y aspectos de la vida.

Probablemente esto fue para mí más patente en cuanto a mis relaciones. Cuando comencé a meditar allá por 2013 ¡cinco años ya! Practicar meditación me aportó pronto el beneficio de la consciencia; de ser más consciente sobre todos los aspectos de mi vida, empezando por mí misma, por conocerme mejor, observar mis cambios y tratar de reflexionar desde un punto de vista distante sobre el por qué de mis comportamientos. Esto me ayudó a desarrollar una empatía profunda por mí misma, una sensación de comprensión mayor que me permitió corregir hábitos de comportamiento a la vez que abrazaba mi propia naturaleza. Pronto, este sosiego fue trasladándose a mi forma de percibir a terceras personas. Comencé a escuchar y comprender más a la vez que procuraba juzgar y distanciar menos.

No cabe duda de que somos seres sociables y de que a lo largo de nuestra vida nos relacionamos con muchas personas en una infinidad de diversas situaciones. A veces se escoge con quién, cómo, cuándo, dónde y por qué, pero en otras muchas ocasiones debemos lidiar con situaciones que nos vienen dadas, donde tratar con terceros puede resultar convertirse en un reto. Partir de la comprensión y la empatía fue un cambio radical en mi forma de relacionarme y sobre todo, y más importante aún, en la forma en la que dichas relaciones y los sentimientos que me generaban afectaban mi salud mental.

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